martes, 21 de mayo de 2013

Vendrán por ti y no habrá nadie que te defienda


El tema de la inseguridad y violencia social en nuestro país, es la consecuencia directa de las leyes que rigen y reglan el modelo imperante.

No se soluciona, sólo, con destinar mayor presupuesto.
Ni siquiera con aplicar diferentes políticas de seguridad.
Tampoco con la esperanza de cambio que viene con las nuevas administraciones.

Porque ninguna de las estrategias será completa sin que concomitantemente, a los cambios estratégicos en materia de políticas inherentes a la seguridad, no se avanza en educación.

Cuando hablamos de educación nos referimos a la reconstrucción del profundo y sutil entramado social dañado profundamente, por la pérdida  de valores éticos -morales, partiendo del más sencillo y valioso de todos: el respeto a la vida.

No se puede ignorar al gran avance que significó el ingreso de las Ceibalitas, o el aporte de los maestros comunitarios, o las decenas de planes del Mides, los presupuestos para la Universidad, y las políticas educativas en su conjunto...

Pero en el tema de la seguridad ciudadana parece pasar por otro lado...

Todos sabemos que las estadísticas arrojan una profunda disminución de los índices que miden la pobreza extrema y la indigencia, sin embargo a todos nos queda muy claro y evidente, que caminar por la calle constituye una suerte  de hazañosa aventura.

Robar y apoderarse de lo del otro es casi en muchos estamentos el pan nuestro de cada día, no podría igualar lo a un deporte pero va en vías.

¡Cuánto  deporte, cuánta recreación, cuántos talleres hacen falta!

Cuánta disciplina bien entendida, cuántas reglas ciudadanas, cuánto respeto hace falta.

Señores, esto no es sensación térmica. En todo caso puede ser el resultado de políticas de comunicación en ese sentido, pero que nadie pretende cambiar, ni cuando se trata de repartir más poder.

Esto se fue forjando desde la dictadura a nuestros días.

Sin pausa.

Políticas frustrantes.

Desobediencia ciudadana a todo nivel, policial incluido. En el año 1984 ya tratábamos periodísticamente estos temas. Más de una vez entramos a los barrios marcados hoy como zona roja de MVD:  Casabó, Hipódromo, Cerro Norte, Casavalle y otros. Algunas veces escoltados por la policía, otras por médicos de familia, o siguiendo el recorrido de lo que se comenzaba a hacer hace 29 años una especie de razzias con los camiones lanza agua que usaban en la represión antes  de la dictadura.

¡¡Estamos hablando de casi 30 anos atrás!!

No se imaginan los rostros de miedo y vergüenza de la gente humilde y honrada de esos barrios siendo victimizados por igual, cuando ayer como hoy son víctimas de la violencia de unos pocos y la falta de inteligencia de otros muchos que tienen la obligación y recibieron el mandato para velar por estos compatriotas, cambiando su realidad.

Nada nos hizo dudar, en aquel entonces, que finalmente se nos trataría a los de "extra-muro" con la misma violencia con que la sociedad los reprimía o amedrentaba a ellos.

Miles de historias anónimas se han escrito, por un lado de todos los que por el destino les tocaba vivir ahí, victimizados y perseguidos, y también por los héroes que han intentado durante todas estas décadas cambiar esa realidad que a todos nos consta han sido muchos.

Pero hoy el fenómeno es más complejo, se popularizó: la impunidad.

En plena ciudad, hay nidos de delincuencia asentados, que para los servicios de la policía seguramente serían fácilmentemente identificables, para luego intervenir y desmontarlos. Pero con desánimo y miedo la ciudadanía los ve un día y otro también en su impunidad.

¿A quién le sirve este estado de situación?

Sólo a los que venden tecnología destinada a la represión. Porque aun hoy descartamos que le sirva a nadie más. Este es un tema no ideológico pero con profunda ideología donde todos sin excepción hacemos falta.

El desarrollo lo referimos a la re construcción de valores éticos y morales en el entramado social.

Por eso la mayor tribulación que paraliza a los actores políticos, es que los resultados no se ven, sino que al contrario, se multiplican todo el tiempo haciendo que las políticas sean erráticas y cada vez se necesiten más recursos para su implementación.

Se lo ha agendado como parte de los deberes de los gobiernos de turno, pero en realidad es una política que debería tener continuidad sin importar los administradores.

Debería ser una política de Estado. Pensada a treinta años por lo menos.

A todos nos ha quedado bien claro que la seguridad no mejora sólo con más presupuesto, o con diferentes gobernantes.

lunes, 20 de mayo de 2013

Los desafíos de la segura inseguridad.


Los desafíos de estos tiempos son tantos y tan pocos al mismo tiempo que es muy difícil elegir uno de ellos como el más importante o trascendente.

Por ello si nos referimos al Uruguay, la lista será también interminable, aunque en realidad el de la "inseguridad" parece acaparar toda la atención.



El gobierno se juega mucho en este momento, por lo que seguirá adelante implementando políticas que mejoren o subsanen el actual deterioro de las cárceles, de la seguridad pública, etc., con el íntimo convencimiento de que todo ello será insuficiente a la hora de obtener y exponer resultados.

La oposición dirá, en todo caso, misión cumplida, aunque rechace las argumentaciones expuestas por el Ministro y hasta pida su renuncia.

Por lo que el tema de la Inseguridad es un tema que excede con creces todos los demás e inunda, nuestra vida conciente e inconsciente.

Porque en realidad, de lo que estamos hablando es del Miedo, de cómo éste se apodera de nuestra vida cotidiana, la tiñe, la invade, la determina.

Y ello es ni más ni menos que la pérdida de la libertad, de la verdadera, de la íntima, de la que cada uno de nosotros reserva para sí.

Hasta allí llega esta forma de dominación de nuestros tiempos. 

Sin embargo, si bien, da cierta tranquilidad, saber que hay responsables y por ende culpables de la actual situación, todos sin excepción, sabemos que somos parte del problema y de la solución.

La sociedad uruguaya ha perdido en forma acelerada valores que creía inviolables que se desconoce a sí misma.

Hoy todos admitimos que el tiempo se agota, que corre más rápido, que por más que nos sigamos buscando en el espejo del otro -que somos nosotros mismos- no nos reconocemos  y comprobamos a diario que esa imagen que  nos es devuelta,  nos disgusta y nos interpela, en el mejor de los casos.

Algunos son más responsables que otros.

Porque esos otros tienen las herramientas y por consecuencia los medios y es a quienes van dirigidas las mayores exigencias y reclamos. 

Pero en realidad el miedo es quien nos acecha y espanta.

Y el miedo se gesta en la relación social entre los individuos, sometidos a las leyes que se imponen desde la sociedad del consumo del que muy pocos pueden o quieren escapar.

Social e individualmente nos queda el único recurso y el primero: hacerle frente.

La prevención, disuasión y represión de los delitos, son imprescindibles pero además deberíamos  también apostar, a más y mejor educación, saliendo a los espacios públicos. 

Y más aún desafiando la historia de las políticas educativas, llevando la permacultura o cultura permanente a los barrios y a las escuelas, y por qué no, invirtiendo los procesos educativos por ejemplo con "la educacion al revés".

Las ceibalitas podrian usarse como hasta ahora, para investigar y preparar los temas en el hogar, dejando que en las aulas, el rol de los maestros y profesores sea, entre otros la contextualizacion de los conocimientos y datos que el alumno lleva a clase, pasando de sujeto pasivo que reitera lo enseñado a compartir lo investigado profundizándolo, en una tarea múltiple de jerarquización de todos los protagonistas. 

La pregunta es si estamos dispuestos colectivamente a seguir confiando en que los procesos sociales con todas sus consecuencias.

Todo indicaría que aislarnos para no exponernos no da resultados y deja el terreno peor que tierra arrasada...