Gonzalo Aemilius,
conocido por su trabajo en el Liceo Jubilar -en el barrio Casavalle,-nos decía
en Uno x Uno, cuán autorreferencial han sido y lo son hasta hoy la propia Iglesia Católica y el Estado uruguayo.
Este análisis viene de
un joven de 33 años, que desde su lugar de libre pensante, nos interpela como
sociedad, sólo se afirma en la Fe cuando fundamenta porque se crea el Jubilar
en plena crisis del 2002, donde el gobierno de turno pensaba que crear liceos
en esas zonas no era mas que una perdida de recursos y tiempo, y la Iglesia vio
ahí a esos que quedaban en el camino y se intentaban salvar o se perdían para
siempre.
Ambas instituciones,
el Estado por un lado y la Iglesia por ser auto referenciales admiten a regañadientes los cambios, se
resisten a los mismos y cuidado cuando alguien alcanza el éxito, éste no se
perdona fácilmente, mas bien el método que sigue vivo hasta nuestros días es
desterrar al exitoso y concomitantemente se catapulta al menos hábil, el menos
comprometido, al menos creativo; en suma al que representa un peligro menor
para las jerarquías
El éxito se busca pero
no se acepta. Doble discurso. Hipocresía.
Parece que la jugada
es repetir hasta el hartazgo los métodos y formas de hacer y gestionar para
controlar, por miedo.
El control y el miedo
van juntos.
Pero en este mundo del
Big Brother Panóptico, el de las redes sociales, del control y el espionaje, se
le ha pasado por alto que el miedo no cuaja a los que se sienten libres.
Sin embargo, el miedo
y el control se viven como una verdadera amenaza para los que viven prendidos
al sistema, lo retroalimentan, necesitan que no hayan cambios, ellos son los
auto referenciales.
Llevado el tema al
centro de las dificultades que hoy como sociedad tenemos y padecemos los
uruguayos, Aemilius, habla de la responsabilidad del mundo adulto.
Todo lo que sucede hoy
con nuestros adolescentes, con aquellos que delinquen o están en esa zona
oscura del destierro social y que constituyen el 94% de los que no llegan a completar secundaria.
En esos barrios, somos nosotros mismos, las imágenes espejadas de lo que no
supimos resolver en lo colectivo por cobardía o comodidad. O ambas.
La seguimos.